Carlos Ghosn fue el artífice de la alianza franco japonesa (como su origen sanguíneo), entre Renault y Nissan. Una alianza fuerte, rígida, brutal diría, con el objetivo de aumentar economías de escala y, finalmente, reducir costos. Diría que la nueva «empresa» anduvo bien y de hecho mejoraron sus números, pero, sobre todo Nissan, comenzó a mostrar cierto malestar. Básicamente por un rol menor que se le asignó en la toma de decisiones y por la rigidez de los procesos del grupo. Claro, la marca japonesa no pasaba por su mejor momento, y «abrirse» de la alianza también era arriesgado. Aun así, amago con finalizar su participación y el acuerdo entró en crisis. A tal punto que fue relanzado a principios de este año, tal como lo comentamos.
Se equilibraron las fuerzas internas y se buscó una mayor flexibilidad en la toma de decisiones. De todos modos, ahora está tomando un rumbo aún más flexible, mutando hacia un esquema quizás más relacionado a acuerdos de colaboración puntuales que a una alianza rígida global. Acuerdos como las pick ups Frontier/Alaskan, y otros varios en danza. Las compras ya no serán globales sino que se adaptarán a cada desarrollo y en cada región, y las marcas tendrán mayor libertad para adaptar los emprendimientos conjuntos a sus filosofías propias, bastante diferentes convengamos. Cada una explotará sus regiones más favorables: Europa para Renault y Asia y Latinoamérica para Nissan (entre otras). No implicará la ruptura de la alianza, pero sí una vinculación mucho más flexible y proactiva. Veremos.