La idea sonaba muy atractiva. A partir de un viaje que debía realizar hasta Corrientes, por motivos personales/laborales, en vez de regresar, continuar hasta Cataratas y luego a los Esteros del Ibera. Varios objetivos. En mi caso personal, hacer esa ruta completa, que no había realizado antes (sí Córdoba-Santa Fe) pero no el resto, hacer un par de experiencias nuevas en Cataratas (lugar que sí había visitado en otras oportunidades), conocer los Esteros y viajar en auto, que siempre es una experiencia recomendable. Más aún cuando todo esto se daría a bordo de un modelo muy interesante «en los papeles», y que venía bien hacer la experiencia, más distendida que un prueba habitual (la que también realizamos y se publicará más adelante). Nissan Versa, recientemente llegado, y con absolutos cambios, radicales, respecto al anterior que conocemos, y que se sigue vendiendo con el nombre Versa V-Drive (ya no).
Y los cambios en esta nueva generación son radicales, drásticos, absolutos. En una Estación de Servicio, el playero, seguidor del mundo de los autos, me dijo: «Este es el nuevo Versa, ¿no?. ¡Qué feo me parecía el anterior y que lindo está este!, cuánto ha cambiado!« Tal cual, literalmente «es otro auto». Y como no lo habíamos probado, excelente oportunidad aparecía, en un viaje distendido, para disfrutar viaje y paisaje y poder finalizar pudiendo sacar conclusiones acerca del modelo. A las 06:35 de un sábado de octubre, salíamos desde Córdoba, con 6,742 km en el odómetro del Versa. Este primero tramo, hasta la ciudad de Corrientes, seguramente era el menos atractivo de todo el viaje, a nivel paisaje, si bien es cierto que hay que saber disfrutar de las distintas geografías que ofrece nuestro país, y no solo de los puntos más turísticos y conocidos. Casi 12 horas después de transitar por la ruta 11, estábamos cruzando el pintoresco puente que une a Resistencia con Corrientes, con el ancho Paraná testigo de su espectacular estructura.
El odómetro marcaba 7,701 km, 959 km desde el punto de partida. Un consumo medio de 6.5 litros/100 km. Claro, no es muy indicativo, porque parte del tramo fue a 110 km/h, pero otros tantos bastante por encima de la permitida. Sin dudas, uno de los puntos fuentes del Versa, su consumo en ruta, muy eficiente. Breve recorrida por la muy atractiva costanera correntina (en refacción) y parada obligada para probar sus clásicos chipá. A dormir temprano que al día siguiente nos esperaban 615 km para llegar a las siempre atractivas Cataratas del Iguazú. No entramos a Posadas, capital misionera, a pesar de estar en la traza elegida, ya que implicaba demorarnos y queríamos llegar a nuestro selvático primer destino. De todos modos, sí parada para comer algo, con vista al río. 327 km habían pasado, con un consumo promedio de 7.2 l/100 km. Repostamos (en todo sentido) y seguimos. Todo ese camino, por la ruta 12, resulta mágico, atrapante; imposible aburrirse. Sabía que camino a Cataratas pasaríamos por las Ruinas de San Ignacio, pero, «en democracia la mayoría decide», y el resto de la tripulación sentenció: «sigamos a Cataratas, non stop».
Son las 15:36 del domingo y estamos llegando a Puerto Iguazú, con los ojos llenos de verde y tierra colorada durante muchos kilómetros; paisaje no habitual para alguien mediterráneo. Poco más de 600 km desde Corrientes, y un promedio general de 14.1 km/l, muy interesante dado el promedio de velocidad que registramos. Aunque yo conocía Cataratas, era mi primera vez en auto (salvo otra hace muuuchos años cuando era niño y de la que recuerdo poco), y para mis dos compañeras de viaje todo estaba por ser descubierto. Ingreso al hotel, dejando descansar un poco al Nissan Versa que nos entregó un viaje espectacular, placentero y relajado. Espectacular auto para la ruta, sin dudas. Pero acá aparece algún claroscuro y tiene que ver con la caja CVT. Aunque reconozco es un tema subjetivo, y de hecho todos los usuarios de esta caja, y de distintos modelos, están muy conformes (y cada vez hay más opciones con CVT en nuestro mercado), personalmente divido la sensación en dos. En manejo tranquilo, urbano o en ruta sin sobrepasos, lo más placentero que existe. En manejo más deportivo o ante sobrepasos en ruta, la sensación de siempre, de estar acelerando un ciclomotor. Nunca me gustaron y no me gustan las CVT. Punto.
Volvamos a las Cataratas. Habiendo visto imágenes recientes con muy poca agua, la pregunta obligada: «¿Tienen agua?». «Sí, afortunadamente» contestó la recepcionista del Hotel, ubicado en la salida de Puerto Iguazú, rumbo al Parque Nacional. Mix caminata/auto por los alrededores, mágicos por su intenso verde. Dos días antes de iniciar el viaje, de casualidad, buscando info adicional respecto a nuestros destinos, me daba con la sorpresa que la entrada debía sacarse exclusivamente por la web, y con horario de ingreso asignado. Teníamos 09:30 para el lunes y 09:00 para el martes. Pero para ese primer día tenía un par de sorpresas para mis hijas. El paseo «Gran Aventura», con el famoso gomón y a la noche «Cataratas en luna llena»; ambos muy interesantes «en los papeles» y desconocidos para mí. Al llegar al Parque, bastante gente (siendo lunes y fuera de temporada pensé que iba a haber menos, pero claro, estamos hablando de una de las maravillas naturales del mundo….). Nos fuimos directo en el trencito hasta la garganta del diablo, conscientes que es un lugar bastante chico (mirador) y superpoblado siempre.
Afortunadamente, siendo el primer tren de la mañana, pudimos disfrutar de manera tranquilo este magnético salto, ícono de las Cataratas, aunque, la verdad es que «son mucho más que la Garganta del Diablo«. Volvimos en el trencito y nos dirigimos hasta cerca del famoso hotel en el corazón del parque (algo increíble, dicho en sentido negativo) desde donde partían los camioncitos especialmente preparados para llevar turistas, hasta el inicio del paseo en gomón. Arranca despacio y en una zona del río Iguazú muy calmo, pareciera que va a ser un viaje totalmente carente de adrenalina. Sin embargo, a poco de «zarpar», alta velocidad y luego «surfeando» por la parte rápida del río, adrenalina a full, completa. Obviamente no se llega a la garganta del diablo, pero sí cerca, y literalmente se posa debajo de un par de saltos, recibiendo un baño de inmersión, literalmente. De no ser por las bolsas herméticas que entregan a cada pasajero para guardar sus cosas, todo volvería empapado, como si llegó nuestra vestimenta. Experiencia altamente recomendable, una forma distinta de disfrutar las Cataratas. Estamos extrañando el Versa, pero por un par de días tendrá su merecido descanso.
Empapados, como todos los que nos bajamos de «la Gran Aventura», buscamos un poco de sol (que se hacía sentir) para secarnos un poco al menos, y sentarnos a comer algo. No es lo más cómodo comer con la ropa mojada, pero la experiencia lo vale, y mucho. Seguimos la marcha para hacer el circuito inferior, recortado respecto a su recorrido habitual, con mucha gente, pero igual se podía recorrer. En los miradores de los saltos, obviamente, mucha gente. A pesar de no llegar a la majestuosidad de la Garganta del Diablo, resulta muy atractivo. Siendo las 16:20, cansados luego de nutrida actividad, y cerrando el parque sus puertas a las 17 hs, decidimos volver al hotel para regresar al paseo nocturno a las 19:30. Gran expectativa por ¡un recorrido de noche, con luna llena por Cataratas!
Mientras ellas se fueron caminando (800 m) a conocer el Guirá Oga, centro de recuperación de animales, aproveché la pileta para un relax y recuperación de energías. Volvimos a subirnos al Versa para nuestro esperado paseo nocturno. Desde el vamos, ingresar al parque de noche es una experiencia distinta, absolutamente. Charla previa, pidiendo silencio y no usar el flash de cámaras y celulares, ya que muchos animales se encuentran muy activos de noche, y la idea es no molestarlos, claro. Al fin y al cabo son los dueños del lugar, y nosotros los intrusos. Ojalá lo entienda la humanidad toda. Somos huéspedes de esta maravillosa tierra, no sus dueños, y le debemos absoluto respeto y cuidado. El mismo tren a la garganta, en absoluto silencio (bueno, una forma de decir ya que el «móvil» no es precisamente silencioso…). Luna llena en su máximo esplendor que nos recibió cálidamente. Con su luz como único faro, al bajar del tren, caminata hasta la garganta.
Llegamos….. magia absoluta, naturaleza viva, con todo su poder. Distinta, pero tan magnética o más que de día. Algo pequeño para criticar: dentro de lo reducido del mirador de la garganta, su mejor lugar (3m x 2 m) está ocupado por fotógrafos «oficiales» que todo el tiempo te «piden» te corras para poder sacar la mejor foto a sus clientes. Mal, se genera una tensión innecesaria. De todos modos, esto no opacó el inolvidable momento. Son cerca de las 22 hs y volvemos al hotel. El martes, hicimos el Sendero Macuco dentro del parque, en un día de no mucho calor pero repleto de mosquitos (Y, es la selva….). Lleva su tiempo pero vale la pena. Naturaleza pura. Al final se llega a un par de miradores, pintorescos. Al día siguiente, miércoles, emprendíamos la vuelta, para hacer una parada de dos días en los Esteros del Iberá, que ninguno de los 3 conocía. Allá vamos.
Son las 6 de la mañana del miércoles y ya estábamos subidos nuevamente al Nissan Versa Exclusive CVT para desandar los 390 km de asfalto y 135 km de tierra que nos depositarían en los Esteros. Desde Puerto Iguazú y hasta Puerto Valle (pasando Posadas hacia Corrientes) desandamos el mismo camino que a la ida. Allí, se desvía por un camino de tierra (R 41) de unos 135 km, bordeando el Parque Nacional Iberá y con poca civilización antes de nuestro destino final, Colonia Carlos Pellegrini, una de las «bases» de la Laguna Iberá. Hasta allí todo en orden, con unos 14.5 km/l de rendimiento, excelente consumo dado el ritmo que traíamos, ansiosos por llegar (mal). Cerca de Carlos Pellegrini, neumático pinchado, cambio por el «de juguete» temporal y continuamos hasta dicha localidad, llegando 7 hs y 1/2 después de haber salido de Puerto Iguazú, y con parada rápida para desayunar en el acceso a Posadas. Y acá una de las pocas cosas negativas que encontramos en el Versa; una deficiente aislación acústica en los guardabarros, traseros sobre todo, que hace que se sientan las piedritas del camino como si uno estuviera afuera, al lado de la rueda. Llama la atención en un auto muy bien terminado y con un confort de marcha muy alto, este descuido, que solo se manifiesta en caminos de tierra.
Posada en Colonia Carlos Pellegrini, arreglo del neumático dañado, unas vueltas iniciales por el lugar, y al día siguiente nos esperaban 3 excursiones, dos acuáticas y una caminata. ¿Qué animales veríamos? De entrada, en la oficina del guardaparque vimos un carpincho, muy común en Nordelta, pero rara avis para un cordobés. Pintoresco animal. Amaneció el jueves y nos trasladamos hasta el camping del lugar, punto de partida. Laguna que se ve enorme desde la costa. Lancha de aspecto algo frágil, sabiendo que cocodrilos y otros «animalitos» pulularían por la laguna. Con menos vértigo que el gomón de Cataratas, pero con igual interés y expectativa, comenzamos a recorrer la laguna y sus costas (7 personas y el guía), parando en algunos puntos para observar fauna. Yacarés por doquier, algunos daban miedo realmente, ciervo de los pantanos, pájaros varios, muchos carpinchos y algunos peces (dorados). En algunos sectores el agua bastante transparente, en otras bastante barrosa, con profundidades diversas, pero que se ubica entre 1 y 3 metros en su mayor parte.
El viaje se hizo muy corto, observando animales y plantas que uno no ve habitualmente, sumado a la explicación del guía, conformando una experiencia inolvidable. Seguramente no da para ir todos los años, pero al menos debe ser visitada alguna vez. Vuelta a la posada, comida, y caminata por uno de los senderos del parque, el Carayá. Sin dudas la menos atractiva de todas las actividades realizadas, sobre todo después de haber hecho el sendero Macuco completo en Parque Iguazú. A la tarde, ya terminando el periplo, nueva salida en lancha, hacia el otro lado de la laguna, regresando con un espectacular atardecer, con el sol poniéndose «allá al fondo», de película.
Baños, cenas y a dormir, para poder emprender el tramo final hacia Córdoba, algo que arrancaría a las 06:30 del viernes. A las 13:30 estábamos bordeando la pintoresca Paraná, y comiendo algo para cruzar el Túnel Sufluvial hacia Santa Fe. Hasta allí, y desde Iberá, 545 km transitados, por rutas 119 y 126, con un rendimiento nuevamente muy interesante, de 15,1 km/l. A las 18 en punto estábamos entrando a nuestra casa, algo más de 400 km después de Paraná, con mejores 15.9 km/l, redondeando un viaje inolvidable y que merece ser realizado.
¿Y el Nissan Versa Exclusive?
Bueno, esta no es la nota técnica del test, la que se publicará más adelante. Simplemente es contar una experiencia familiar de 3,300 km y 31 horas conviviendo con un vehículo, y por lo tanto pudiendo sacar algunas conclusiones más relajadas, más vivenciales. Empecemos por lo poco que no me gustó del Versa. La Caja CVT en ruta y ante sobrepasos, aunque es algo subjetivo, la mala insonorización de guardabarros en caminos de tierra, y una dotación en Seguridad Activa que podría ser algo mayor.
Como positivas, muchas cuestiones. Su diseño, que «a todos gusta», y de hecho en varias ocasiones, al cargar combustible, la frase repetida, «este es el nuevo Versa, ¿no?, está muy lindo». El espacio interior no sobra pero resulta apto y el confort de marcha es muy alto, con un motor algo viejo, pero muy silencioso y probado. El consumo en ruta es muy bajo y viajar, resumiendo, aun tantos kilómetros en pocos días como en nuestro caso, se convierte en una experiencia absolutamente placentera. Fin del viaje, lamentablemente.