En 2020, ya dentro del ex grupo PSA Peugeot Citroën, Opel renovaba al Grandland que había sido presentado 3 años antes. En esa primera generación compartía con su primo francés Peugeot 3008, no solo la antigua plataforma EMP2 sino bastante más, a pesar de contar con un aspecto visual bastante diferente y personalizado al gusto alemán de Opel. Habiéndose renovado el SUV galo hace poco, ahora es el turno de Grandland, y la primera grata sorpresa (que ya venía de la generación anterior) es que no solo no se trata solo de un cambio de logos y ópticas, sino que cuesta adivinar que parten de un desarrollo común.
Comencemos por los motores. Los mismos que varios modelos de Stellantis. Recordemos que la plataforma es la nueva STLA Medium. El eléctrico sería el de 210 CV (no hay precisiones aun), casi descartando la más prestacional versión de 2 motores y 300 CV. Por otro lado los híbridos suaves con batería de 48 CV y el 1.2 Puretech, con potencias de 130 CV y los híbridos enchufables con el 1.6 y 180 CV y 225 CV. La autonomía eléctrica es de 700 km, más que interesante y ofrece amortiguación selectiva, variando la frecuencia de trabajo. En seguridad, crucero adaptativo con stop&go, y el paquete Intelli-Drive opcional, con sistemas adicionales de asistencia al conductor.
Llantas de hasta 20″ y una longitud total de 4.65 m. A nivel visual, reitero, se lo ve absolutamente diferente al 3008, con una estética más formal, más familiar, menos deportiva, más SUV. Comparte la nueva firma lumínica y frontal Vizor con sus últimos hermanos como el Frontera. Diseño simple, quizás demasiado, sin estridencias, sin grandes cromados, y con el logo iluminado, algo de moda. En el interior, importante aumento de la calidad percibida, y también más ortodoxo que el 3008. Todo digital, claro, pero no tan revolucionario. Me gusta.
