Fiat Cronos. Un viejo conocido de Automotiva a estas alturas. Pudimos tener las primeras sensaciones al volante, durante su presentación en Córdoba, probamos la equilibrada versión 1.3 Drive, y luego nos subimos al Precision 1.8, igual al que volvimos a manejar en este caso.
No es la primera vez que encaramos un operativo en plan más relajado, separado de la prueba técnica del modelo. Nos permite descubrirlo en un modo más distendido, en casos reales, prácticos, cotidianos. Ultimamente, recorrimos uno de los primes más famosos del mundo del rally mundial, «El Cóndor-Copina» con VW Amarok V6, nos fuimos a otro tramo montañoso del rally con Fiat Argo, y nos hicimos una escapada a la costa, en la previa del verano, con Honda CR-V.
Hace un par de años hicimos este mismo periplo en un Jeep Renegade, modelo que nos sorprendió en su comportamiento rutero, súper cargado y durante largas horas. Y decidimos repetirlo, con 5 personas a bordo, equipaje (4 mujeres…), desandando los poco más de 1000 km entre Córdoba y Monte Hermoso, la «mejor playa argentina», según sus habitantes. Y tras varios años de concurrir a esta playa «ubicada en sentido este-oeste», podemos afirmar algunas verdades objetivas. Por un lado, sin dudas, hay más horas de playa por la característica anterior, pudiendo aprovecharse hasta la «última gota de luz». Por otro, son playas amplias, con un mar -diría- más limpio, y más cálido (no es Brasil, claro). Nunca presenta el aspecto de «colmado de gente» y tiene una costanera muy atractiva. En el debe, lo central viene de la mano de las «aguas vivas», cuya presencia «es una lotería»; o para ser más técnicos, aparecen cuando el viento norte no da tregua; y acá radica su problema central; se muestran en los días de mayor calor, más insoportables. En el combo, y como resumen, una linda playa sobre todo para unas vacaciones familiares, tranquilas. Pero desandemos estos días en convivencia con el mar y Fiat Cronos Precision.
Un viernes de enero, poco después de los primeros rayos de sol, me encontraba cargando el baúl del Cronos. La advertencia previa (de todos los años) al bloque femenino: «no lleven muchas cosas», resulta irrelevante, y siempre me acerco al baúl del modelo en cuestión pensando ¿entrará todo esto? Sí, en los papeles el baúl del Cronos es generoso, pero igual había que pasar la prueba. ¿Entrará en el primer intento o habrá que sacar y recolocar? Afortunadamente ocurrió lo primero, así que pocos minutos después nos subimos los 5, y arrancamos hacia el sur.
Primera parada en Río Cuarto. ¿no hemos salido hace un par de horas recién? Pero bueno, aprovechando la recarga de combustible (innecesaria por cierto), alguna «comprita» pasa como disimulando… algo inevitable en estos viajes. Hasta acá Cronos se comportó muy bien, con un buen confort de marcha, un motor que responde aunque es algo perezoso y sobre todo abajo, con buen espacio interior (sin ser una limusina) y con un rendimiento de 15.8 km/l, valor interesante, si bien viajando a 115 km/h, pero muy cargados (aunque en ruta el peso influye bastante menos). Vamos bien.
La Pampa, próxima parada, hora del almuerzo, tipo pic nic y arriba del auto, sin parar para tal tarea. Acá surge una de las cuestiones negativas del Cronos, la falta de navegador, si bien es cierto que hoy, con los celulares, este faltante se ve bastante atenuado. Tuvimos que entrar a La Pampa a hacer un trámite, y dimos algunas vueltas de más; con un navegador hubiera sido bastante más sencillo. Mientras abandonamos la capital pampeana, comienza el «picnic on board». Afortunadamente nos tocó un día fresco, digamos, con lo que el aire recién fue prendido cerca del mediodía.
Parada en Bahía Blanca, no prevista, a partir del encendido del testigo de anomalía en la presión de neumáticos. Falsa alarma, las presiones estaban correctas (incluso siguió encendido un buen rato más). Siendo las 19:40 arribamos a Monte Hermoso, con una temperatura muy agradable, y con la adrenalina y emoción (para mediterráneos como nosotros) de volver a ver el mar que tanto nos atrae. El odómetro total marca 11898, totalizando 1060 km y casi 13 horas de viaje. ¿Mal promedio? Puede ser, pero tuvimos dos paradas (además de las de carga de combustible) y perdimos un buen rato entre ambas. Pero además, «nadie nos corre», ¿no? Alojándonos a 5 metros del Atlántico, imposible resistir la tentación de ir a «tocarlo», rito inevitable. Puesta del sol de película, como las que suele ofrecer Monte Hermoso.
A pesar que (los 5) nos llevamos muy bien con el Cronos 1.8, era hora de agradecerle por sus servicios y dejarlo descansar, y así fue. Con el mar tan cerca, una costanera muy atractiva para caminar, y ganas de recorrer, el auto pasaba -casi totalmente- a modo off. Los primeros días fueron algo frescos, y con viento, combo no ideal para estar con una sombrilla en la arena próxima al mar, pero lo aprovechamos igual. Porque además, las temidas aguas vivas no aparecen con estas condiciones, así que pudimos bañarnos a nuestro antojo, con algo de frío pero relajados. Y también, la costa marítima es bastante plana, con poca pendiente, así que resulta un balneario bastante seguro, tomando las precauciones mínimas.
El quinto y sexto día fui a recorrer en el Cronos, temprano, hacia el este (famoso faro) y hacia el oeste, obviamente sin meterlo en la playa, pero recordando lugares ya visitados otros años. El faro Recalada lucía bastante olvidado, viejo, abandonado. Una pena. Pero ahí estaba, con cierta imponencia, custodiando las costas ¿montermoseñas? Más al este algunos desolados caminos al lado del mar (a esa hora), en los que «apuramos» un poco al Cronos, haciendo entrar en acción los controles electrónicos, y divirtiéndonos un rato, con precaución.
Al día siguiente, hacia el oeste, y luego de una terrible lluvia, anormal para la zona (que incluso bloqueó el paso entre Bahía y Monte), encaramos varias lagunitas por el camino, y decidí volver: ¿para que tentar al Dios del Pantano? Volviendo al tema playa, esos últimos dos días posteriores estuvieron marcados por un fuerte y constante viento norte, preludio inequívoco de la llegada de las «aguas vivas». Es cierto, no en cantidades industriales como en la película «Piraña», y de hecho, no creo que los «picados» resultaran en una proporción mayor al 10/20% de los -no muchos- que se animaban a entrar al agua, pero igual, el miedo se instala. Una pena, porque además, aparecen los días de mayor calor, días en los que, justamente, uno ansía estar en el agua. Para las 4 mujeres (el resto de la tripulación…) esto no era tan crítico, por sus preferencias; para mí, una puñalada certera…
Viene bien recordar que Monte Hermoso, como municipio, nació en 1979, pero sus orígenes datan de mediados de 1800, cuando sus tierras fueron adquiridas, y unos años más tarde, Don Dufaur, comenzó a instalarse. Va llegando el momento de «pegar la vuelta», tras una semanita disfrutando de este tranquilo balneario del sur de Buenos Aires, antesala de las playas patagónicas. Y una preocupación: Si está cerrada la conexión Monte Hermoso-Bahía Blanca, ¿por donde salimos? Preguntas de rigor y atención minuto a minuto por si levantaban el corte por inundación y una decisión, la noche anterior a la partida: saldríamos por ruta alternativa. Hacia el norte, por Dorrego, Saldungaray, Sierra de la Ventana, Pigué, Puhán, para desembocar finalmente en la Ruta 35, abajo de la Pampa, para retornar por el camino de ida.
Hasta Puhán, no hubo problema. Allí un par de indicaciones diferentes nos hicieron dudar. De todos modos tomamos la Ruta 67 que nos dejaría cerca de Macachín, punto de referencia conocido. A poco de dejar Puhán, la ruta se hizo de tierra, y cada vez más desolada. ¿Será por acá?, ¿Pero como no nos dijeron que una parte sería por tierra? Dudas. Cruzamos un camionero que muy gentilmente paró, y un rato generoso, indicándonos que siguiéramos, varios km de tierra, en no muy buen estado, pero que era el mal menor. Algunos kilómetros más adelante, con una panorama cada vez más desolado y rural, decidimos parar al segundo vehículo que nos cruzamos: una VW Amarok. Su conductor conocía bien la zona, y nos dijo» No sigan por acá, se van a perder y van a terminar en el medio del campo. La más fácil, estando acá es volver a Puhán, tomar hacia el suroeste buscando Bordenave, ahí doblan hacia Darragueira, luego Guatrache, rutas bastante desoladas pero en buen estado, y van a llegar a la 35 que los llevará hacia el norte». Hicimos caso y desandamos los varios kilómetros de tierra -mal- hechos. Y por la adrenalina/preocupación y las ganas de retomar rápido nuestra ruta, pusimos al Cronos a velocidades bastante altas para la tierra (caminos desolados y en estado muy regular), con los cuidados lógicos del caso. Aun cargados «nivel mudanza», lo hicimos con muy buen confort de marcha, sin filtraciones de polvo y seguros.
La historia termina en que finalmente (no sin antes preguntar un par de veces más) llegamos a la Ruta 35, y allí, camino conocido para pasar por La Pampa (nueva parada para carga de combustible), Realicó, Vicuña Mackena, Río Cuarto, para llegar a Córdoba. El promedio fue bastante peor que a la ida, tanto en kilómetros como en horas. Totalizamos 1201 km (140 km más que a la ida) y 13 horas y 20 minutos, solo 20 minutos adicionales, debido a que, si bien alargamos bastante, no tuvimos las dos paradas de aquel viaje. Sábado a la noche, antes de entrar a nuestra casa, a buscar el perro, con mucha ansiedad, en la casa donde lo habíamos dejado. Cansados, pero llegando bien y promediando un interesante viaje familiar que, más allá del clima y el mar, nos permitió, como ocurre en estos casos, disfrutar tiempo y actividades que, por razones de obligaciones diarias, no es sencillo encontrar.
En cuanto al balance de este Fiat Cronos Precision 1.8, y luego de casi 2400 km , podemos concluir que se trata de un modelo muy confortable, en cuanto a espacio interior (baúl enorme) y confort, tanto de marcha como en cuanto a equipamiento, sin descollar. No es un modelo diseñado centralmente para viajes largos, está claro, pero terminamos muy conformes con el modelo, sobre todo en las condiciones de carga y peso a las que fue sometido. Entre lo negativo, insistimos con la ausencia del navegador, un motor que tiene 130 CV pero no siempre se muestran, y sobre todo en estas condiciones, ah!, y el espejo derecho que al plegarse eléctricamente, manifestaba un quejido. El otro faltante, casi imperdonable es el Control Crucero, que bien podría incorporar en esta full versión, aunque sí lo trae el Precision AT. Y nos olvidábamos de uno de los elementos de confort que más aprovechamos: el Keyless Entry ´N Go, sistema que permite dejar la llave en el bolsillo, entrar, poner en marcha y cerrar el auto sin manipular el control. Practiquísimo. Devolvimos el Cronos 1.8 Precision a Fiat, dando por terminada una linda convivencia de unos 10 días y 2500 km.