Kia no es una marca legendaria. No tiene pedigree, no es fuerte en el mundo de la competición y no está en el inconsciente de los consumidores como marca deseada.
Sin embargo, junto a su pariente y propietaria Hyundai, ha crecido notablemente en los últimos años. De aquel inicio tímido en los 80´s fabricando algunos modelos Mazda (Kia Vesta, Pride, etc.) a esta realidad floreciente actual no ha pasado tanta agua debajo del puente. La marca coreana nació a mediados de los 70´s fabricando bicicletas y en la industria del acero, siendo absorbida por el gigante Hyundai a fines del siglo pasado.Cuando, desprevenidamente, miramos el nuevo K9 que Kia acaba de presentar y volvemos la mirada atrás, comparando con los Sephia, Sportage, Avella, y otros, podríamos -apresuradamente- pensar que se trata de dos empresas distintas, que no es una simple evolución industrial y comercial.
Pero no, Kia ha crecido en cantidad y calidad y hoy es reconocida mundialmente por su calidad y últimamente por sus diseños, que buscan ser distintos, y lo consiguen. Basta ver los nuevos Tucson, Cee´d y Rio, para comprobar esto.
Pero la coreana ha subido la apuesta con el nuevo K9, una «nave» de 5.1 m de largo, con un impresionante Cx (Coeficiente de resistencia al avance) de sólo 0.27, uno de los más bajos de la actualidad. Pero no solo estos números impresionan. Sus dos motores, ambos V6 de 3.8 litros, desarrollan 290 CV y 334 CV, y la caja es automático-secuencial de 8 relaciones.
La suspensión -regulable- es neumática, la tracción, trasera, y el equipamiento es más que digno, contando con Luces LED, Alerta de Cambio de Carril, Control de Crucero Adaptativo, Audio Harman Kardom con 17 parlantes, y la lista sigue.
Personalmente solo le encuentro un defecto, y es algo raro para una marca que diseña con mucha originalidad. El K9 tiene «mucho ADN» BMW, una mezcla de Serie 5 GT y Serie 7.
Pero se trata de un producto digno de una alemana y no de una coreana que pelea por diferenciarse cada vez más del mundo generalista.
Y lo viene consiguiendo.