La pregunta del título, es cierto, tiene algo de trampa. Y tiene que ver con el análisis de cuán amigable con el medio ambiente es una determinada tecnología. No solo debe mirarse el producto en sí mismo, sino también -tan importante como lo anterior- el modo en que se llega a utilizarlo.
Mirando la tecnología electrica aplicada al automóvil, como un producto aislado, nadie podrá discutir que tiene ¿casi? cero emisiones contaminantes. Claramante, una vez cargado (ahí radica el punto clave), el motor eléctrico no despide sustancias tóxicas. Sí, sus baterías deberán recibir un tratamiento especial, pero su funcionamiento es libre de emisiones.
El problema central es cómo se obtiene esa electricidad. Y acá habrá que analizar cada caso en particular. Si se cargan las baterías de un eléctrico en una red -a su vez- alimentada por paneles solares, o energía eólica; si una central hidráulica aparece en escena, en todos estos casos, podemos hablar de un «sistema ecológico»: no hay emisiones en la producción de energía eléctrica ni en el uso de ese vehículo con esta tecnología. Caso perfecto, muy poco probable en la práctica, al menos con el mapa energético actual.
Nos guste o no, y considerando todos los aspectos de la producción de energía eléctrica, del resto de las tecnologías contaminantes, la nuclear es la que menos «poluciona». Claro, como ocurre cuando se cae un avión, que genera un impacto mediático enorme, pero mueren muchas menos personas que en las rutas, cuando una central nuclear falla, la repercusión es muy alta. Pero las centrales térmicas, con bajo perfil, contaminan mucho más.
Para cerrar este pequeño capítulo enérgetico, es justo reconocer que el gran problema de la energía nuclear es el almacenamiento del material radiactivo, con un tiempo de vida muy alto.
Esto no significa estar en contra de la tecnología eléctrica en el automóvil. Si bien siempre resulta más «sanguíneo» manejar un buen motor a combustión que uno eléctrico, sobre todo en el uso deportivo, tambien es una cuestión de costumbre, de historia, de modificación de paradigmas.
Hace unos años decíamos que lo inmediato era el «auto híbrido», con la combinación de un motor naftero (ya los hay diesel, como el 3008 Hybrid) y uno eléctrico, que generalmente se carga en durante el tránsito con el de combustión. Y dejábamos los eléctricos como una alternativa ulterior, en una segunda etapa, en el mediano plazo.
Sin embargo, los eléctricos vienen avanzando y los híbridos no han sido tan masivos, y, creo, tendrán vida limitada, pasando a los eléctricos directamente, sin esa etapa previa.
Por ahora, dejando de lado el tipo de producción de energía, híbridos y eléctricos son bienvenidos y, aun considerando solo una parte del proceso, son más amigables con el medio ambiente.
El más exitoso y comentado Toyota Prius, con Chevrolet Volt, su primo Opel Ampera, y el Honda Insight, constituyen los híbridos más conocidos y desarrollados. Nissan Leaf, totalmente eléctrico, y los desarrollos de Renault (Twizy, Fluence EV y otros) avanzan en la tecnología «silenciosa». Y acá aparece otro problema del que poco se debate. En muchas ocasiones, al cruzar una calle, «se mira» y «se escucha». ¿Como haremos con autos que no generan -casi- ruido alguno?
Ya se están desarrollando «ruidos artificiales» para alertar a peatones.
Finalmente, la tecnología a hidrógeno (BMW es uno de los precursores), con la complicación del almacenamiento, parece ser el futuro no tan cercano. Habrá que seguir desarrollando tecnologías más limpias, pero tambien sincerarnos con otros aspectos de nuestras vidas; hay ríos y lagos con altísima contaminación, por desechos cloacales, industriales y basura en general.
Y esto tambien es clave para el futuro de nuestros hijos.