Mefistófeles (con «s» final) es un nombre asociado a un demonio, personaje popular en alemania. Y tiene su lógica haber bautizado así a esta bestia que emanaba fuego cual infierno (y la temperatura que habrá recibido su conductor…). Sí, Fiat está asociada (justa o injustamente, ese es otro tema) a modelos populares, con motores pequeños y rendidores. Y desde el Topolino, pasando por el 500 original (su sucesor), el 600 y tantos más, llegando al 500 actual, la marca italiana ha hecho uso de la eficiencia en sus motores. Lo contrario al que utilizó un piloto inglés para el Mefistófele. Concretamente tomó un motor de avión (eso sí, Fiat), de 6 cilindros y 21.700 cm3 (sí, leíste bien) como punto de partida.
Por otro lado, sobre la base del Fiat SB4 (también bastante bestial) de 1908, y con algunas modificaciones en su carrocería (hablamos de modelos de competición), le agregó el motor de avión, con la particularidad de contar con 4 válvulas y 4 bujías por cilindro, totalizando 24 de cada una…. en 1924, hace algo más de 100 años. Con este «monstruo» logró obtener 350 CV y alcanzar el récord de velocidad, para la época, casi casi 235 km/h. La equivalencia no es lineal, pero haber circulado a 235 km/h en ese rudimentario aparato, debe haber sido como hacerlo hoy a 450 km/h, por decir una cifra, en un auto moderno. Se exhibe actualmente en el museo Fiat en Turín.