Las (afortunadamente) cada vez más exigentes normas anticontaminantes, son las responsables del ocaso -injusto- del diesel y del avance de las tecnologías híbrida y eléctrica. Sobre todo en un comienzo, no fue «amor puro» por los electrones, sino más bien una necesidad empresarial para estar a tono con las nuevas regulaciones. En Europa, actualmente, las automotrices deben tener unas emisiones de C02 de 95 g/km, promedio por modelo. Claro, en algunos pocos casos lo pueden cumplir con motores a combustión, y en otros gracias a la hibridación. Aún así, llegar a ese promedio, sin modelos eléctricos, no es sencillo. Y aunque FCA tiene algunos modelos eléctricos 100%, como Fiat 500, o el futuro Jeep Wrangler eléctrico, tienen baja participación en las ventas totales del grupo, y por lo tanto, su aporte a la reducción de C02 es muy limitado.
De hecho, en el período 2019-2021, FCA gastó 2,000 millones de euros (sí, dos mil millones) en la compra de créditos o bonos de carbono a Tesla, a la que claramente le sobraban. Estos bonos son créditos a favor, conseguidos gracias a motores eléctricos que no contaminan (aunque esto es discutible). Y si una automotriz no alcanza a cumplir con las normativas de contaminación, puede comprar créditos a otra que sí los tenga (Tesla por ejemplo) para de ese modo conseguir un promedio mucho mejor en cuanto a performance ecológica.
Y en el muy corto plazo, FCA no tenía otra forma de cumplir con estas regulaciones. Pues bien, la cuestión ha ha cambiado, y el mismo CEO de Stellantis ha expresado que, gracias a PSA y sus modelos eléctricos e híbridos, además de nuevos desarrollos de la ítalo norteamericana, ya no necesitará comprar más bonos de carbono, sino que cumplirán con los límites actuales gracias a sus propios desarrollos. Ahorrar cerca de 1,000 millones de euros al año no está nada mal y claramente fue uno de los beneficios para Fiat al asociarse al grupo francés (obviamente hubo ventajas de ambas partes).